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!Por Algo Vuelve!

Como si no bastara con la oleada de "movimientos" que reivindican los genocidios cometidos por las fuerzas armadas durante la última dictadura en Argentina, como si no fuera suficiente con el aliento por parte de los funcionarios actuales y no tanto emitiendo frases como "el que quiere andar armado, que ande armado", como si no alcanzara con todas las muertes provocadas por el gatillo fácil (Modus operandi llevado a cabo por las fuerza policial) y todos los datos recogidos por la CORREPI a diario

Entre linchamientos y marchas que tienen como reclamo la baja de imputabilidad y la mano dura, los medios, colaboracionistas y grandes protagonistas se suman a condimentar el juego y deciden reciclar el thriller/comedia conocido como Policías en Acción, en donde "efectivos de la ley" median entre problemas domésticos, hurtos menores y uniformados preparados como para capturar de Bin Laden, todo esto a muy pocas cuadras de su casa, un programa con mucha pizza, "humor" y abundante abuso policial, sin duda que no es casual, por algo vuelve

Por algo vuelve

Era un sábado a la tarde, de julio, hacía un frío bárbaro. Más de diez años atrás. Vivía en un pasillo al fondo, estaba jugando con mi compañera a ese jueguito inglés de armar palabras. De golpe, un estruendo retumbó en el pasillo. Parecía como si un auto se hubiera estrolado en la puerta de entrada. Salí rápido, mi curiosidad me lo ordenaba. Un Duna blanco, medio cascoteado, se había estrolado contra la puerta del vecino. Casi. Al ratito nomás llegó una lancha. El oficial se bajó con una sonrisa tallada en la selva colombiana, que no abandonó ni por un segundo.

Vuelve un clásico de la (casi siempre) nefasta televisión argentina como es Policías en Acción, que bien podría haberse llamado “Ratis haciendo como que laburan y cuidándose de manguear pizza y coimas”, pero hicieron un focus group y resultó ser un nombre de mierda y con poco ángel.

Pero no nos vayamos de tema, porque Usted sabe muy bien que nunca será policía, ni de provincia, ni de capital. Usted sabe muy bien que nunca se venderá y que jamás dejará de ir al Bar de Fabián. Entonces se cruza con este anuncio, y se indigna… se cruza con un amigo, se lo comenta y se indignan juntos... como para no indignarse!

Pero Usted también sabe muy bien que somos muchos en este mismo lodo y hay para todos los gustos. Un tercio más o menos piensa como Usted, entonces necesariamente hay otro tercio que piensa diametralmente opuesto. Nos queda un tercio dando vueltas, los ni fulastres ni fabulosos, a los que todo lo dado les parece bien y les alcanza…

Ahora que llegamos hasta acá… Usted qué cree? Es más fácil que uno del tercio indefinido gire a la noble derecha o que se vuelque a la siniestra izquierda?

Por qué piensa que a los ministros de (in)seguridad les cabe disfrazarse de Rambito o Rambón? Porque la sociedad se lo pide!

El oficial de la sonrisa tallada me miraba como esperando un reconocimiento que nunca llegaba. Hasta que me preguntó si no lo reconocía. “De dónde?”, le pregunté ante su insistencia. “De ratis haciendo como que laburan” me dijo. Ah, con razón, le contesté, así se callaba un poco. Mi compañera quería manotearse el auxilio del Dunita malogrado. El tipo le hizo un gesto como que esperara.

Y, además, este programa tiene una función oculta de disciplinamiento. En la primera emisión, se muestra un allanamiento en proceso, mientras un oficial le avisa al allanado que “están trayendo la orden de allanamiento”... ¿Tan apurados estaban? ¿No daba esperar un cachito? ¿Es necesaria la violencia con el tipo que está reducido en el piso?

Usted tiene sus respuestas a estas preguntas, pero por cada uno que piensa como usted, hay uno que piensa al revés y uno que no piensa. Y ese que no piensa, siempre, siempre, siempre va a estar más cerca de irse para el lado de los que piensan al revés, así que deje de jugar a la revolución mientras lee este número de la Huérfanos y salga a leerla a los gritos en la plaza.

Cuando se fueron los curiosos, el tipo agarró el auxilio y distraídamente lo tiró en el pasillo de casa. Mi compañera se lo agradeció. A los 20 minutos, cuando ya no quedaba nadie, suena el timbre. Desde la puerta pude notar al oficial de la sonrisa tallada. Cuando me acerqué, me mostró la batería del Dunita y me pidió si se la aguantaba un par de días, que le venía bárbaro.


Texto: Mauro Restelli

Ilustración: Malena Biangardi

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