Los mozos del bar que está ubicado a dos locales de las oficinas de SADAIC aún recuerdan el día en que Facundo Cabral y un púber Ricardo Iorio cruzaron palabras. Dependiendo de la hora y a cuál de ellos consultes, el orden y longitud de la conversación puede variar pero todos coinciden y afirman haber oído lo que a continuación transcribo.
—Los chicos de V8, que bueno conocerlos V8 ¿Les gusta la Milonga V8?
Sin dar tiempo a que nadie conteste, y con la taza de café con leche en el aire el bajista respondió tajante—Para nada
Cabral solo asintió y devolviendo una sonrisa amable retruco
—Quedáte tranquilo pibe que la milonga te espera.
Con idéntica petulancia respondí al vendedor de Halloween, (Única disquería de Rock existente en Solano por aquellos tiempos) cuando me pregunto si alguna vez había escuchado Loquero, en aquel entonces mi escucha rumbeaba de punta a punta la discografía de Patricio Rey, Viejas Locas y Los Piojos.
Cuatro años después, en el verano previo a comenzar la secundaria, conseguí un trabajo de cadete en el restaurante Gran Victoria de San Telmo, así que empecé a estudiar de noche en el Piedrabuena. Uno de esos tantos viernes apenas cobré, falté a clases y enfile sin escalas a la casa de Richard, así como Flema, Loquero también llegó por Ricky, pero no Espinosa, sino Villagra, un amigo más grande que vivía en la esquina de la 848 y 894. Bien entrada la noche después de vaciar unas botellas de Lavaque servidos en una jarra de aluminio, habiendo agotado la escucha de los discos Underpunk de Flemita y de Si el Placer es un Pecado de Flema. Richard apareció con un nuevo menú en bandeja, se trataba de una copia grabada en un casete TDK de color negro del “Temor morboso a la exposición a la pública” Rápidas y frenéticas las canciones sonaban una tras otra, con frases que traté de memorizar inútilmente mientras bailábamos alrededor de una lata extraída especialmente para la ocasión del taller de zapatos donde trabajaba Ricky. “La mayor venganza que tú puedes tener, es tener éxito” “las pastillas me comieron la cabeza y los pies” “Es muy tarde pero igual, el pasado vuelve a cada instante”.
No duré demasiado en el trabajo y cinco meses después comencé cursar en el turno mañana, para mi sorpresa, sentada contra la pared estaba Soledad, una ex compañera de la primaria, pero dos años más grande que yo, al reconocerme hizo seña con un ademán para que me siente a su lado. Enseguida recobramos sintonía y comenzamos hablar de música como lo hacíamos en séptimo, octavo y noveno.
El primer lunes helado del mes de mayo no fue casi nadie a clases y los profesores dieron hora libre.
Nos fuimos al patio y sin preámbulos Sole escupió— ¿Seguís siendo Ricotero o ya escuchas otra música pibe? Dijo esto mientras largaba su característica carcajada. Soledad fue la primera chica con la que pude hablar casi sin sonrojarme de sexo, y de mis gustos personales sobre películas, libros y música. Ella escuchaba especialmente Hardcore, trash y punk, y cierto no seque de mi parte, asumía que sus gustos y experiencias eran más evolucionadas a las mías.
Yo no poseía demasiado humor, mucho menos comprendía el doble sentido. Me escudé diciendo que además de las bandas que ella sabía que me gustaban, también escuché a los Ramones.
—O no te acordas cuando te preste LOCOLIVE. Dije haciendo el gestito de ¡Que hambre!
Ella se moría de risa de como yo trataba de esquivar su burla. Hasta que recobré la atención diciendo—Este verano conocí Sin Ley, Flema y Loquero, pero me gusta más Flema. Las letras me encantan. Ella respondió adjetivando de una manera inédita para mi lenguaje y mis oídos
—Loquero tiene más misterio, al principio a nadie le gusta, pero es cuestión de tiempo.
La mañana siguiente volvimos a sentarnos juntos, Sole abrió su mochila y de ella extrajo un Cd en una cajita que parecía un vinilo más pequeño, digipack lo denominarían, la tapa era de un blanco impoluto atravesado por letras impact de un rosa brillante que decían LOQUERO con la última sílaba separada, debajo de ella y al margen, como en un grafiti, el título del álbum con dos letras boca abajo. Un ejemplar original de BLACK que examiné minuciosamente mientras Sole garabateaba dibujos sobre el pupitre, se lo devolví, lo guardo y de la mochila sacó un casete TDK sin tapa.
—Tenes dos tareas Galmes, escucharlo cuando llegues a tu casa y no vale que me mientas porque te voy a tomar prueba, y si te gusta, el sábado tenes que acompañarme al recital.
Al salir de la escuela fui directo a casa y puse el casete en el irrompible Panasonic. “Aprender a tocar la guitarra para no estar solo nunca más, y cantar a los gritos mi rabia, aunque nadie la quiera escuchar” En alguna parte un desconocido, tal vez un amigo imaginario, estaba expresando aquello que yo no sabía cómo hacerlo. “Pero vos estás en otra, tu actitud es dura y mis letras son basura, contra tus proyectos”. 15 años, sin planes a futuro y con el único anhelo de estar en la calle, con amigos donde preguntas como ¿Qué queres ser cuando seas grande? Se responden con sonrisas y las respuestas saben a sueños cumplidos y no a mandatos e imposición ¿Quién va a querer estar con alguien que no sabe lo que quiere de la vida? Algo tenes que estudiar. Afirmaciones inexistentes en las veredas de nuestro plano. “Días de escuela, días aburridos, estoy buscando, cambios-cambios” Un calco, nunca mejor descripta la monotonía que nos invade y atormenta a preguntas existenciales. No quería frenar la escucha y trataba de anotar las frases más resonantes en un cuaderno, pero la música y las letras viajaban rápido. “¿Adónde va mi soledad buscando compañía? Por calles va, por parques, que insatisfacción. Busca un amor, una canción, metáforas perdidas, drogas tal vez o libertad, nadie que la persiga” Todas esas preguntas tenían una sola respuesta. “Pasa el tiempo y todo sigue igual” .Las guitarras tenían el sonido del bisturí en un quirófano, o el de una película de terror con final esperanzador. “Mi cable a tierra es sexo, en otros tiempo nexo” La trilogía Sexus – Nexus - Plexus de Henry Miller daba la cara sin tapujos, tenía razón Sole, esto contiene misterio y desde el misterio algunas verdades nos serán develadas. “Llueve en los corazones, de hielo de los trenes y mis adictos son rehenes” Las baterías son cañones lastimando a nuestro adversario el tiempo que nos escarba a diario. El bajo cae con el mismo de la motosierra de Ed Gein el Carnicero de Planfield o el protagonista de la “La Masacre de Texas” sobre sus jóvenes e ilusas víctimas. “Mi escudo tiene un corazón para enfrentar tanto dolor ¿Qué cosa creen que estoy haciendo acá?” Como si esa fuerza que empleamos a cambio de un poco de dinero pudiera definirnos como seres, como si no tuviéramos sueños ni cosas en las que pensar, “Después del trabajo, solo melancolía, que es mi enemiga y a seguir fingiendo”. Hacen falta coraje y un poco de locura o quizá mucho más que eso.
“El cielo azul pudo esperar alguna vez, pero el abismo mira dentro de tus ojos”. Una vez escuchando a Symns citando a Nietzsche dijo: Mirar el abismo tiene vuelto, ya que este devolverá la mirada y al hacerlo solo será para lastimarnos.
Las locaciones alternan a cada canción pero el escenario es el mismo, arrojan pensamientos y certezas, pero cada certeza, como aquel que se piensa y abandona la indiferencia, inevitablemente lo aqueja una pregunta. Desde aquella escucha, una verdad dormida en mi fue revelada, tal vez de manera genética no sé, quizá el lugar de origen influya y avispe, o quizá estuvo desde siempre, a veces se enciende y a veces se apaga, pero fue claro “Nadie quiere escuchar otra mentira más, todo el mundo sabe que no hay salida” No tenemos tiempo para versitos de amor ni para ilusionarnos con planes a largo plazo ni eternidades de dioses ciegos y sordos. Que mejor que un amigo para cantarte la justa en la cara.
El teléfono de Sole no funcionaba y el de mi casa se había cortado por falta de pago, asique el viernes quedamos en encontrarnos en la parada de la 897 y 844, mientras caminaba por la 893, casi llegando a la plaza Yapeyú divisé el colectivo que se proponía a doblar en la misma dirección en la que yo venía, si cruzaba la calle, lo perdía, desde la ventanilla Sole sacó medio cuerpo y me gritó
—Tomalo en la 42
Corrí con todas mis fuerzas las dos cuadras que me separaban del destino y milagrosamente el colectivo de línea que mayormente es conducido por policías frustrados frenó.
Sole iba parada al lado del chofer empleando sus trucos de encantadora de serpientes para que frenase. Coloqué las monedas en la maquinita, pero de lo agitado que estaba se cayeron, las levante una por una y pague el boleto. Sole me fundió en un abrazo y fuimos a sentarnos al fondo.
Nos conocíamos pero no tanto, cuando llegamos a los asientos, tímidamente confesé que había triado un porro esperando su desaprobación, ella se rió y saco un pastillero esmaltado con el dibujo de un paisaje antiguo y me dijo si quería tomar una. Era Artane, a primera vista una pastilla gigante, la tomé sin saber de qué se trataba, después comprobé que transforma las horas transcurridas en páginas pesadas de un libro pasando una a una por tu cabeza, de su sobretodo sacó una petaca de whisky y la fuimos tomando en el camino de a sorbos, yo no bebía, pero para no despreciar comencé a saborear aquel jugo mágico.
—Viste que la tapa del disco es color rosa, para mi hay algo de influencia de Lou Reed, que tuvo una banda que se llamaba The velvet underground & Nico, en realidad no digo la música, sino la estética, que la diseño Andy Warhol
—A Warhol lo conozco, pero a la banda no
—Sí que la conoces. ¿Viste cuando en la película de los Doors simulan un encuentro entre Andy Warhol y Morrison suena una música medio flashera?, bueno eso es La Velvet.
Bajamos en Constitución, cruzamos la plaza y Canal 13, doblamos a la izquierda para tomar Salta, al llegar a Estados Unidos nos sentamos en el cordón descansando los pies sobre el empedrado, sacamos de nuestros bolsillos la plata para la entrada, Sole tenía una anticipada, así que solo faltaba comprar una, llegando a la puerta dos chicas juntaban monedas para entrar, entre nosotros juntamos $2 en monedas y se los dimos.
En boletería me entregaron una genérica del lugar de color celeste y amarillo, con la típica insignia “CEMENTO – Un espacio cultural” me lamenté por no haber comprado anticipada ya que me gustaba tener las entradas de todos los recitales, pasamos la primer puerta y al toque llegamos al salón donde estaba la barra, minutos después cruzamos para llegar adonde estaba el escenario, después de un breve apagón general las luces se encendieron y la banda salió a escena, se oyó el graznido de una guitarra que precedió a la voz de Chary “Hoy estoy, un poquito triste cuando no” Las miradas cruzadas adivinaban sonrisas expectantes, Sole me abrazó de atrás sacudiendo mis hombros como en un gesto de ánimo, abajo y arriba la canción era la misma como si hubiese sido ensayado previamente. Nadie lo advirtió, pero aquella noche, todos los allí presentes ingresaríamos sin saberlo en el campo legendario de los acontecimientos ocurridos en el último año de vida de ese reducto, Loquero presentado uno de sus discos más maravillosos en el local de Omar Chabán, nosotros, fieles o difusos testigos de una época que comenzaba a extinguirse, latente aún sobre nuestras retinas para poder contarlo.
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